Antigues cases jueves de Balat, Istanbul
El present artícle és una adaptació de les pàgines 87-94 de la tesi doctoral de Pablo Martín Asuero, director de l'Institut Cervantes de Damasc, Balat y Hasköy: Dos barrios judíos de Estambul a la luz de varios observadores españoles (1784-1905)
ABSTRACT
At the end of the 18th century the old Spanish-Turkish rivalry in the Mediterranean is over. The Spanish observers who were mostly soldiers, writers, journalist and diplomats, wrote about the Ottoman capital during the Eastern Question. One of the most interesting topics is the reunion with the Sephardic jews. The districts of Fener and Hasköy, in the Golden Horn, were mostly populated by the descendents of the Jews of hispanic origin, they became an important scenery to meet them.
RESUMEN
A finales del siglo XVIII se acaba con la rivalidad hispano-otomana en el Mediterráneo, a partir de ese momento los observadores españoles, militares, escritores, periodistas y diplomáticos en su mayoría, escribirán sobre la capital otomana en el marco de la cuestión de Oriente. Uno de los aspectos más interesantes es el reencuentro con los sefardíes. Los barrios de Fener y Balat, situados en el Cuerno de Oro, poblados mayoritariamente por judíos de origen hispánico serán uno se los escenarios escogidos para entrar en contacto con ellos y la sorpresa que supone reencontrarse con ellos.
A lo largo del siglo XIX se produce toda una serie de desplazamientos en los diferentes barrios de Estambul, especialmente en aquellos donde moraban las minorías no musulmanas. En estas ircunstancias, las clases acomodadas de los otrora prósperos barrios del Cuerno de Oro se trasladarán a Pera y Gálata, quedando Balat y Hasköy como residencia de las clases menos favorecidas de la comunidad judía, y en el lugar de acogida de muchos hebreos procedentes de Europa Central o de Rusia, muchos de ellos de camino hacia Tierra Santa, Europa Occidental o las Américas.
El barrio de Balat está situado en la sexta colina de la península que conformaba la antigua Constantinopla, entre el barrio de Fener, poblado mayoritariamente por griegos, y las murallas bizantinas. Hay que tener en cuenta que la población judía de Estambul nunca formó guetos, sino que vivía desperdigada dentro y fuera de las murallas, compartiendo el espacio urbano con cristianos, griegos o armenios, y musulmanes. Lógicamente había varias sinagogas y al lado del cementerio armenio de Edirnekapi, extramuros, tenían los hebreos el suyo. La ciudad terminaba en las murallas, al otro lado se extendían los cementerios y las huertas. Será precisamente cerca de la Edirnekapi, la Puerta de Adrianópolis, donde Pierre Loti buscará y encontrará la tumba de su querida Aziyadé para llevársela a modo de souvenir para el salón de su casa de Francia.
La mayor parte de los judíos otomanos procedían de España y Portugal, los cuales, tras la expulsión, adoptan el nombre de sefardíes, es decir, procedentes de la península Ibérica a la que se refieren como Sefarad. Willy Sperco afirma que llegaron unos 200.000 y que fueron bastante bien aceptados en la corte de Bayaceto II (1481-1512) (2).
Otros barrios que contaron con una importante población judía fueron Gálata y Karaköy, situados en la boca de la ría en el lugar donde se asentaba la comunidad italiana, y en Hasköy, al otro lado de Balat, en el Cuerno de Oro3. Era precisamente en esta parte de la ría, antes de la construcción de los puentes, donde se hallaban los centros comerciales (4), al ser un puerto natural donde repostaban los barcos mercantes y las galeras de la temida flota otomana que aterrorizaba las costas de España, Nápoles y Sicilia en tiempos de Barbarroja.
La rivalidad hispano-turca termina en 1783. Así, Carlos III y Abdül Hamid I acaban con casi tres siglos de enfrentamiento en el Mediterráneo. A partir de este momento, los Borbones españoles empiezan a considerar a los otomanos como una nación con la que se podía entablar relaciones comerciales, enviándose varias expediciones. José Moreno estuvo presente en la de 1783, la cual condujo al primer Embajador español al imperio otomano, el alicantino Juan de Bouligni, junto con toda una serie de regalos para el Sultán y su corte. El Viaje a Constantinopla en el año 1784 es un texto realizado por un ilustrados español que sigue la línea de los cuadros enciclopédicos, describiendo los diferentes aspectos de la sociedad otomana. Uno de los que más interesaba a los españoles era el de las relaciones mercantiles y sus protagonistas: “[...] armenios, griegos y judíos [...] son los dueños del comercio de Levante.” (6).
Más adelante señala que algunos judíos estaban muy bien situados en la administración del imperio, pero no se detiene a analizar sus barrios. La descripción de Constantinopla y sus arrabales de un viajero contemporáneo, José Solano Ortiz de Rozas, suple ligeramente las lagunas de su contemporáneo: “[...] y fuera de las murallas se ven dos barrios, el del Fanal [Fener] [...] y el de Balatá que pueblan diez mil familias judías.” (7).
Hasköy tiene tan solo una referencia al arsenal y las antiguas atarazanas, donde se construían los barcos de la flota otomana, en ambos autores. Solano se aleja de los cuadros enciclopedistas de su época para acercarse a la literatura de viajeros con percepciones más personales de la realidad:
“Después se ve el serrallo de Annaly Cabak [Aynali Kabak] reedificado nuevamente, y que en aquel verano de ochenta y siete fue la residencia del sultán: sus kiosks exteriores están sobre el agua sostenidos de pilotes, todo pintado a la chinesca y de muy bella vista.” (8).
Las buenas relaciones hispano-otomanas de finales del sigo XVIII acaban con la invasión napoleónica. La pérdida de las colonias en América y la Guerra Carlista son varios de los motivos por los que se desatiende la situación del Mediterráneo Oriental y una cuestión de Oriente en la que España no se implica. A pesar de las escasas relaciones económicas y políticas, sí que hubo un cierto interés en la situación del imperio Otomano por parte de la burguesía ilustrada, tal y como se puede apreciar por las traducciones de las obras de viajeros románticos al español, o por la abundancia de artículos en la prensa española sobre los conflictos bélicos o las ruinas de la antigüedad, no hay que olvidar que Egipto, Palestina, Tierra Santa e Irak pertenecieron a Turquía hasta principios del siglo XX.
Por otra parte, se puede pensar que los judíos no interesan demasiado a los viajeros españoles en la primera mitad del siglo XIX. Hay que tener en cuenta que el tribunal de la Inquisición y los expedientes de limpieza de sangre no se suprimen hasta bien entrado el siglo, por lo que en España, por mucho que hubieran transcurrido tres siglos desde el Edicto de Expulsión, se seguía teniendo una actitud antijudía. Por otra parte influyeron las opiniones de viajeros románticos franceses como Gautier y Maxime du Camp, cuyas obras sirven de guía de viaje a los españoles, como el referente a Balat.
“Nous arrivâmes ainsi dans un quartier étrange et d’une physonomie toute particulière: les barraques devenaient de plus en plus délabrées, pauvres et sales. Leur façades rechignées, chassisieuses hagarades, se fendillaient, se déjetaient, se disloquaient, prêtes à tomber en putréfaction. Les toits semblaient avoir la teigne et les murailles la lèpre; les écailles de l’enduit grisâtre se détaichaient comme les pellicules d’une peau dartreuse. Quelque chiens saigneux réduits à l’état de squelette, rongés de vermine et de morsures, dormaient dans la boue noire et fétide; d’ignobles
loques pendillaient aux fenêtres, derrière lesquelles, haussés par nos montures, nous écouvrions des têtes bizarres d’une lividité maladive, entre la cire et le citron surmontées d’énormes bourrelets de linge blanc et emmanchées dans des petits corps fluets à poitrine plate, sur laquelle bridait une étoffe miroitante comme les feuilles d’un parapluie mouillé; des yeux mornes, atones, aux regards accablés, pareils dans ces visages jaunes à des charbons tombés dans une omelette, se levaient
lentement vers nous et retombaient sur quelques besogne; des fantômes furtifs passaient le long des baraques le front ceint d’un chiffon blanc moucheté de noir, comme si l’usure y êut essuyé sa plume toute la journée, le corps perdu dans une souquenille verni de crasse.
Nous étions a Balata, le quartier juif, le guetto de Constantinople; nous voyions là le residu de quatre siècles d’oppression et d’abanie, le fumier sous lequel ce pueble, proscrit partout, se blottit comme certain insectes poru de dérober à ses persécuteurs; il espère se sauver par le dégôut qu’il inspire, vit dans le fange et en prends les teintes. On imaginerait difficilement quelque
chose de plus inmonde, de plus infect et de plus purulent: la plique, les scroofules, la gale, la lèpre et toutes les impuretés bibliques, dont il ne s’est pas guéri depuis Moïse, le dévorent sans qu’il s’y oppose, tant l’idée du lucre le travaille exclusivement; il ne fait même pas atention à la peste s’il peut faire un petit comerse sur les habits des morts.-Dans ce hideux quartier roulent pêle-mêle Aarón, Isaac, Abraham et Jacob; ces malhereux, dont quelques-uns sont millonnaires, se
nourissent de têtes de poisson qu’on retranche comme venimeuses et que développent chez eux certaines maladies particulières. Cet immonde aliment a pour eux l’avantage de ne coûter rien.” (9).
Con este tipo se lecturas se comprende que incluso la supuesta visión científica del Viaje a Oriente de la fragata de guerra Arapiles de 1871, obra de Juan de Dios de la Rada y Delgado, un importante intelectual español, mantenga está tónica:
“Balata, el cuartel de los judíos, como ya indicamos hace poco, es un verdadero lodazal infecto y repugnante. Las casas se caen sin que sus dueños procuren repararlas; las calles están siempre cubiertas de hediondo barro; los moradores se cuidan bien poco del aseo y compostura, atentos sólo a procurarse los sórdidos placeres de la avaricia, y, según la gráfica frase de un escritor, viven
tranquilos bajo una triple capa de desperdicios, de vicios y de abandono.” (10).
La descripción del barrio en la memoria del viaje de la fragata Arapiles se reduce a un elemento: las casas de los judíos. Es cierto que la población de Balat era básicamente hebrea, pero también había armenios, griegos y musulmanes. Sin embargo las mezquitas, sinagogas e iglesias del barrio son borradas del paisaje al igual que edificios históricos como la cisterna de Aetios, la iglesia de San Estéfano de los Búlgaros o el actual Museo Kariye, San Salvador en Chora, que aparece estratégicamente situado cien páginas después de la descripción de las casas de Balat:
“La iglesia del Salvador, conocida también por el Convento de la Ciudad, está situada en el Hebdomon, no léjos de la puerta de Adrianópolis. [...] Convertida hoy en mezquita, lleva el nombre de Kahrijé-Djamissi” (11).
Por otra parte, otras construcciones propias de las ciudades otomanas como los baños públicos, concretamente el de la Lonca (12), pudieron también haber llamado la atención del viajero español que los ignora. A continuación, tanto de la Rada como Gautier pasan al aristocrático barrio de Fener para realzar más el contraste entre judíos y cristianos (13).
También es cierto que las opiniones de los españoles sobre este barrio y sus pobladores pueden llegar a ser contradictorias. Un ejemplo es el caso de Narciso Pérez Reoyo, un médico burgalés contemporáneo a de la Rada, que en una de las excursiones por el Cuerno de Oro, coincide en el barco con muchos sefardíes que se dirigían a Balat:
“La mayor parte de los pasajeros del
vaporcito que nos condujo aquí son judíos. En la corta travesía
sorprendiónos agradablemente oírles hablar con bastante pureza la
majestuosa lengua de Cervantes. Mostráronse con nosotros atentísimos, y
al saltar a la orilla de Balata, que es el barrio en que habitan, nos
saludaron afectuosos diciendo: ‘adiós señores; lleven sus mercedes buen
viaje.” (15).
Pues bien, todas estas muestras de simpatía y fascinación ante lo que consideraban “la lengua de Cervantes” se desvanecen cuando los sefardíes desaparecen de la vista del viajero, el cual se introduce en el barrio. A partir de este momento y, sin la compañía de personas amables y muy posiblemente de un nivel socio-económico similar al suyo, los prejuicios e imágenes antijudías de la tradición española afloran. Será a partir de este momento cuando la imaginación y la tradición jueguen un papel preponderante a la hora de recrear lo oculto:
“Activando la marcha, llegamos poco
tiempo después jadeantes y cubiertos de sudor a Balata, mísero y triste
barrio judío, en cuyas casas, por fortuna nuestra, veíanse luces con
motivo de la fiesta del sábado que comienzan en la tarde de la víspera,
y, en las calles, algunos hebreos que salían de la sinagoga. A la escasa
claridad de las luces pudimos observar sus extrañas viviendas.
Consisten en inmundos sótanos, en casas cuyo cuerpo superior, muy
voladizo avanza sobre vigas a menor altura que la ordinaria de un
hombre, o con galerías saliendo a manera de jaulas; en casitas de
manera fabricadas sobre ruinas o empotradas en el cuerpo de los muros,
en su mayor parte construidas con puertas vidrieras de deshecho y rejas
estrafalarias; habiéndolas que no tienen de fondo más de dos o tres
metros; un caserío, en fin, inverosímil.” (16).
El antisemitismo francés influyó notablemente en la visión española de los judíos de Estambul (17). Melchor Ordóñez Ortega, un diplomático español de camino a Indochina, es mucho más radical que Pérez Reoyo. De hecho se puede afirmar que es un ejemplo de cómo las ideas francesas son compatibles con la tradición española:
“Atravesamos el infecto barrio de Balata,
cuyas casas, indignas hasta del fuego, encierran, bajo un aspecto
miserable, grandes riquezas que el comercio o la usura han proporcionado
a sus moradores los judíos.
Poco después llegamos a otro barrio más simpático, llamado el Fanar, donde se encuentran los descendientes y los súbditos de los Paleólogos y de los Conmenos; pero la impresión favorable que sentimos obedecía, más que a una reflexión seria, a un sentimiento de agradable, por hallarnos ya fuera del centro en que vivía una raza, enemiga encarnizada de la nuestra, compuesta de individuos por quienes siente repulsión natural todo español, acostumbrado desde niño a conceptuar como un insulto el nombre de judío.” (18).
A finales del siglo XIX, los años dorados del Cuerno de Oro, famosos en sustiempos por la aristocracia fanariota, han terminado: “Por lo demás, el Fanar es también unbarrio silencioso y triste.” (19).
La burguesía judía y griega, apoyada por las potencias europeas, habían empezado a buscar nuevos emplazamientos más cercanos a los barriosfrancos de Pera y Gálata, cerca de las legaciones de sus protectores.
Hay que tener presente que Estambul, a partir de la inauguración de la línea férrea que la unirá con el resto de Europa en 1888 a través del celebérrimo Orient Express, se consolida como destino turístico elegido por una burguesía procedente de Viena, París o Londres, en busca de exotismo y color local. De esta manera, la población del barrio de Hasköy se convierte en el escenario adecuado para una nueva visión de un barrio judío en el texto de Edmundo de Amicis, un militar, periodista y literato cuya obra se tradujo al español, difundiéndose parte de su literatura de viajeros a través de revistas ilustradas. Los habitantes se integran con la arquitectura encontrando en la descripción de los personajes una nueva manifestación de la postura antijudía: la combinación de una selección de cuadros pintorescos con la plasmación de las imágenes tradicionales:
“Continuamos nuestro camino adelante,
siempre a lo largo del Cuerno de Oro, bajamos a otro arrabal, vasto,
populoso y de extraño aspecto, en el cual desde los primeros pasos
comprendimos que no nos hallábamos entre musulmanes. En todas partes se
veían chicuelos cubiertos de costuras y lamparones que se revolcaban por
el suelo; viejas desastradas y repugnantes que con la descarnada mano
trabajaban en los portales de las casas, llenas de harapos y hierro viejo; hombres envueltos en luengos
vestidos sucios, con un pañizuelo ceñido a la cabeza, que con ademán
furtivo se deslizaban a lo largo de las paredes; rostros macilientos en
las ventanas, andrajos colgando entre casa y casa, cieno y ruinas en
todas partes. Es Hasskioi, el arrabal israelita, el ghetto de la orilla
septentrional del Cuerno de Oro.” (20).
Antonio de Zayas y Beaumont, un diplomático español perteneciente a la legación de Estambul los últimos años del siglo XIX, dedica muchas páginas a la población judía adquiriendo la visión de los barrios judíos un aspecto político. Esta nueva mirada no hace desaparecer los prejuicios que le obligan a mantenerse prudentemente alejado de los sefardíes, sino todo lo contrario. Para entender su obra, A Orillas del Bósforo, hay que tener presente que, el también conocido como Duque de Amalfi, era un poeta que militó en las filas del Modernismo y que tradujo e introdujo a los poetas parnasianos franceses en España. El resultado es la visión de un diplomático-literato aquejado del mal du siècle, el desencanto y la melancolía que marcan el paso del XIX al XX:
“Tal es el Cuerno de Oro. En sus aguas
se bañan Pera y Stambul; en sus márgenes, tan pintorescas como
malsanas, porque allí vierten las inmundicias ambos barrios de
Constantinopla, vieron correr los días de su infancia los Príncipes
Fanariotas, de glorioso renombre en los anales de la historia; en ellas
arrastran aún vida miserable los restos de la raza hebrea, condenada por
su Deicidio a errar de pueblo en pueblo hasta la consumación de las
centurias; en ella agoniza la en un tiempo poderosa flota del Pachá, más
carcomida que por la inacción a que se ve condenada, por las
prevaricaciones y rapiñas de los altos funcionarios.” (21).
Durante la estancia del diplomático español se inauguró el Hospital Judío de Balat.
El firman, decreto imperial, con fecha 5 de Febrero de 1897 firmado por Abdül Hamid II autorizaba la construcción de un edificio de 27,1m de largo por 25m de ancho, compuesto de tres plantas que no debían pasar los 15m de alto y un anexo para la lavandería y cocina.
La poderosa banca Rothschild donó 60.000 francos y la baronesa Hirsch 100.000. El acto de la inauguración fue seguido muy de cerca por toda la población en Diciembre del mismo año (22).
Un edificio así no debía pasar desapercibido en un vecindario de casas de dos plantas donde casi todo el barrio es visible desde el Cuerno de Oro, especialmente porque a partir de la fundación se organizaron fiestas a beneficio de los enfermos de este hospital en los mejores hoteles de la ciudad (23), a las cuales los integrantes de la Legación española
estarían invitados o, al menos, conocieron su existencia por la publicidad que tenían en los diarios en francés o inglés que leía la comunidad internacional.
También es cierto que en la literatura de viajeros cada uno selecciona los aspectos de la realidad, suprimiendo los que no encajan en la imagen que quiere crear, por mucho que se proponga realizar un retrato fiel de la ciudad descrita. Por eso, los ojos del diplomático, demasiado ocupados en la contemplación de la decadencia, no debían de percibir elementos ajenos a su sensibilidad de artista. Sin embargo, Ángel Pulido Martín, hijo del famoso médico y senador, sí vio y visitó el hospital de Balat dejando el testimonio de un estudiante de medicina sobre la sanidad turca en 1903:
“El hospital israelita, en el barrio
judío español y fundado por judíos españoles, es un edificio de estilo
de renacimiento; debiera tener un cuerpo central y dos alas pero está
manco, es decir, que le falta un ala; es bastante primitivo, los
servicios están sin diferenciar; consta de dos pisos, en el inferior se
encuentran los hombres y en el superior las mujeres, pero sin
departamentos especiales para medicina, cirugía, etc. En cada piso hay
una sala con doce camas y dos cuartos para enfermos reservados. Los
médicos son: un jefe, un médico de guardia y un operador. Hay siete
médicos encargados de las diversas consultas públicas. El hospital
admite enfermos de todas las religiones, y los que son conducidos por la
policía después de accidentes, etc. El número de casos tratados fue 201
en 1901 y 202 en 1902; 8.467 enfermos se presentaron en los distintos
consultorios en 1901 y 9.737 en 1902. Este hospital, aún en su estado
actual, que seguramente mejorará, pues los donativos aumentan, es una
prueba más de las altas cualidades que adornan a nuestros compatriotas
orientales.” (24).
Otro ejemplo de cómo la sociedad española iba cambiando en lo referente a los judíos es la opinión del escritor catalán Jaume Pin i Soler, el cual había entrado en contacto con unos relojeros judíos en un barco, entablándose una sincera amistad entre las dos variantes del mismo origen hispánico. Como en muchas otras ocasiones, la lengua castellana sirvió de vínculo entre el sorprendido viajero hispánico y sus cicerones otomanos (25). El barrio de Balat para esta época era considerado un barrio de judíos pobres y la próspera burguesía sefardí, con la que había simpatizado Pin i Soler, enseñándole una realidad desconocida a un viajero español, se muestra reticente a la hora de llevarle a esa parte de la ciudad.
Como antes expuse, a principios del siglo XX habitaban en los barrios de los lados de la ría y en Ortaköy y Kuzguncur al lado derecho e izquierdo del Bósforo. La población del escalafón social más alto vivía asentada en Gálata (26). El sentimiento de aventura, de búsqueda de las raíces y de lo pintoresco hace que tomen el mismo camino que siguieron Amicis, Gautier y Flaubert (27). Así, Pin i Soler aclara que los de Balat son los más pobres y que no todos viven así. Uno de sus amigos le introduce en un nuevo espacio: el interior de una de esas casas tantas veces descritas: “En una casa relativament menos miserable que la major part qui construhían lo barri de Balata, lo cuniado comparegué y en castellá digué als qui l’habitavan que este senior era aquel espaniol…! Me convidaren á refrescar.” (28).
Si bien los españoles desconocían la realidad sefardí, algo similar sucedía con los judíos de origen hispánico, cuya relación con la península ibérica era a principios del siglo XX más mítica que real. Es por eso que este viajero catalán se vio obligado a aclarar que él no profesaba la fé de Moisés (29), ya que la madre de sus anfitriones no comprendía cómo era posible que un hispanohablante no fuera judío, al ser el español la lengua de la comunidad judía de Estambul. De hecho, hasta la popularización de la radio, a partir de las emisiones de, primero, tangos argentinos con Carlos Gardel, más tarde con los boleros de los Panchos y muchos otros y, finalmente, con Julio Iglesias, los sefardíes de Estambul no entrarán en contacto con el mundo del español.
Volviendo a los inicios del siglo XX, Balat también tiene un elemento que hace enorgullecerse a este viajero, al ser el escenario de acontecimientos históricos protagonizados por los almogávares. No hay que olvidar la utilización de la tradición literaria como rasgo de identidad de su pasado marcado por las gestas de la corona catalano-aragonesa en el Mediterráneo oriental. De esta manera, Pin i Soler encuentra cerca de las murallas el marco ideal para revivir el añorado pasado medieval:
“No gayre lluny de Balata hi ha’l barri
de Blanquerna, que guarda tants rerorts dels nolstres almugávars. Allí
foren allojats á l’arribar á Constantinopla para servir al emperador
Andrónich Paleólogo, allí l’ensendemá de llur arribada, per si uns
genovesos se burlavan dels arreus estranys dels catalans, de llurs
maneras rústigas, s’armá aquella descomunal batalla que segos digu
Montaner costá la vida á tres mil genovesos [...] Allí s’estavan nostres
soldats quan l’emperor agrahit per la primera campanya de catalans y
aragonesos elevá á Roger, que ya era Magaduch, á l’altíssima dignitat de
César [...] Allí tornaren los almogávars quan després de l’assessinat
de Roger, en las salas mateixas imperials, vingueren á Constantinopla
per pendre venjansa. La venjansa catalana!… que’s traduhí per tantas
batallas guanyadas com hagudas, per tantas vilas presas, casals
incendiats, com s’opossarent a llur furor.” (30).
Pablo Martín Asuero, Instituto Cervantes, Damasco
Notas
1 El presente artículo procede de una adaptación de las páginas 87-94 de mi tesis doctoral, Viajeros Hispánicos en Estambul. De la cuestión de Oriente al reencuentro con los sefardíes (1784-1918). Estambul, Isis, 2005.
2 Willy Sperco, Yüzyïlïn Basinda Istanbul [Estambul a principios de Siglo]. Estambul, Istanbul Kütüphanesi, 1989 pp. 12-13.
3 Véase de Jak Deleon en Ancient districts on the Golden Horn (Balta, Hasköy, Fener, Ayvansaray), Estambul, Gözlem, 1993.
4 Inyicyan, 18 Asirda Istanbul [Estambul en el siglo XVIII]. Estambul, Baha Mataasi, 1976. p. 23.
5 Ilustración perteneciente a la obra Constantinopla de Edmundo De Amicis publicada por entregas en “El Mundo Ilustrado” de Barcelona, tomo V (1881), p. 484.
6 José Moreno, Viaje a Constantinopla en el año de 1789, Madrid, 1790, p. 256.
7 Solano Ortiz de Rozas, Idea del imperio Otomano, Madrid, Imprenta de Sacha, 1793, p. 14.
8 Ib. Como se puede apreciar a finales del siglo XVIII, el término ‘oriental’ todavía no ha empezado a aplicarse de la manera que lo harán los románticos, en este caso se utiliza chinesco. China es una realidad mucho más concreta que el término oriental, al ser conocida por países como Inglaterra, Holanda e incluso España a través de las crónicas de misioneros.
9 Théophile Gautier, Constantinople Istanbul en 1852. Estambul, Isis, 1900, pp. 212-213. Introducción y
notas de Jacques Huré.
10 Juan de Dios de la Rada y Delgado, Viaje a Oriente de la Fragata de Guerra Arapiles. Barcelona, Emilio Rover y Cía, 1876-83 p. 398 vol III.
11 Ib. pp. 486-487. Sobre este edificio la editorial Akademia editó El Museo Kariye en inglés, francés, alemán e italiano y tenían pensado hacerlo también en castellano. Véase también las pp. 185-192, Kariye Camii, antigua iglesia de San Salvador en Chora de la guía Estambul del Grupo Kral. Madrid, Rodilla, 1990.
12 Marie-Christine Varol autora de Balat, Faubourg Juif d’Istanbul dice que los judíos de Lonca daban al baño turco de Arabacïlar el nombre de “El Banyo de la Lonca”, citado por Jak Deleon op.cit. p. 30.
13 Este recorrido se convierte en la ruta seguida por muchos autores “Paseo por las murallas de Constantinopla, con el Señor Kosielski que se nos une en el puente de Mahmud; tomamos unos caballos en el extremo del puente- Atravesando el Fanar, gran arcada sobre la cual se pasa. Casa con matacán. Balata-barrio judío.- El gran cementerio de Estambul no se acaba nunca; infinidad de tumbas y de cipreses.” Flaubert, Viaje a Oriente. Madrid, Cátedra, 1993, p. 380.
14 Ilustración perteneciente a la obra Constantinopla de Edmundo De Amicis publicada por entregas en “El Mundo Ilustrado” de Barcelona, tomo V (1881), p. 521.
15 Narciso Pérez Reoyo, Viaje a Egipto, Palestina y otros países del Oriente, p. 380. Vol III
16 Ib., pp. 383-384.
17 Habría que precisar la diferencia entre antijudaismo y antisemitismo. El primer término afecta a la persecución de los practicantes de la religión hebrea, tal y como hacía la Inquisición con los criptojudíos: católicos que podían haberse convertido al cristianismo ellos (los conversos) o sus antepasados, acusados de judeizar. El otro término tiene como objetivo acabar con la raza, un planteamiento que surge en el siglo pasado y que será llevado a la práctica en el III Reich. En este sentido se puede afirmar que España no ha sido antisemita, sino antijudía. Sobre este aspecto Manuel Alcalá ha editado las ponencias del Congreso Internacional celebrado en Nueva York en noviembre de 1992: Judíos, sefardíes y conversos. La expulsión de 1492 y sus consecuencias. Valladolid: Ambito, 1995.
18 Melchor Ordóñez Ortega, Una misión diplomática en Indochina, Madrid, E. Rubiños, 1882, p. 203. Eleazar Gutwirth ha tratado este tema en “Reacciones ante la expulsión: del siglo XV al XVIII” pp. 195-213: “En conclusión, la expulsión es presentada como un acto de purificación de veneno, una acción saludable, una eliminación de la pestilencia por expulsar a los infectos. Los judíos son un elemento indeterminado cuyo veneno, enfermedad e impureza están peligrosamente mezclados.” Manuel Alcalá (ed.) op.cit. p. 213.
19 Ib.
20 Edmondo de Amicis, Constantinopla. Publicado por entregas en El Mundo Ilustrado, Barcelona, Espasa, p. 166 tomo I (Segunda Serie) 1881.
21 Antonio de Zayas y Beaumont, A orillas del Bósforo. Madrid, Juan Pueyo, 1912, p. 112.
22 Jak Deleon, op.cit. pp. 45-46, La inauguración del edificio no está clara si fue en Mayo de 1896 o en Diciembre de 1897. Lo cierto es que Zayas, que llegó el 12 de Febrero de 1897 y permaneció por lo menos hasta la primavera de 1898, tuvo tiempo de sobra de verlo.
23 Ver Willy Sperco, op.cit p. 15.
24 Ángel Pulido Martín, Cartas Médicas, Madrid, E. Teodoro, 1906. pp. 147-148. Véase la fotografía del
edificio, fig. 117 “Hospital israelita español, esmeradamente organizado (Constantinopla)” de Españoles sin
Patria y la Raza Sefardí por Pulido Fernández, Universidad de Granada, 1993 p. 416 (1ª ed. 1905).
25 Ib. p. 154.
26 Jak Deleon, op.cit. p. 14.
27 Pin i Soler, Orient. Barcelona, Librería de Verdaguer, 1906. p. 155.
28 Ib.
29 Ib.
30 Ib. pp. 156-157.
Font: eSefarad, 21 de gener de 2010
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